- Pero cómo vamos a bailar un lento con esta caña -me grita al oído-.
- Yo bailaría un lento contigo hasta en medio de un terremoto.
Ella finalmente me agarra una mano y me coloca la otra en el hombro. Yo rodeo su cintura y la acerco a mí. Cierro los ojos. Al principio es un ligero temblor a nuestros pies, pero va aumentando con violencia. Luego, el estruendo de una casa derrumbándose a nuestro lado nos hace pegarnos más. Yolanda apoya su frente en mi mejilla. El suelo se abre, una grieta inmensa a un lado. Un cascote del tamaño de un coche cae junto a nosotros, pero la música sigue sonando suave y no nos podemos separar ni dejar de bailar. ¿Qué cómo dibujaría el amor? Si me lo hubiese preguntado ahora lo habría tenido fácil. Cuando parece que el mundo entero va a reventar, abro los ojos. Somos lo único que queda con vida entre tanta destrucción. De repente, descubro que nos estamos besando, no sé cuánto tiempo llevamos haciéndolo. Nos movemos muy despacio, como siguiendo la canción que ambos escuchamos en nuestro interior. Creo que es el beso más lento que he dado en mi vida. Saboreo sus labios con sumo cuidado, como el niño que quiere disfrutar del caramelo sin que se le termine.
Miguel.